
Contra todo pronóstico, pero también con toda la seguridad del mundo, este año se celebró la edición número diecisiete del Festival de Cine de Sevilla (yo todavía tengo la nostalgia de llamarlo SEFF, en inglés y con lo de europeo incorporado). Esta de por sí es película lo suficientemente épica para contarla en un par de horas, incorporando escenas y planos con los taquilleros, tomadores de temperatura (hay que sacar ya una palabra para esto), dispensadores de gel, técnicos informáticos (en el soporte online del Festival) o el resto al completo de la organización implicada en sacar adelante el conocimiento sevillano (esta vez sí, y casi exclusivamente, por desgracia) de un centenar y pico de producciones. Pero como ya nos vamos acostumbrando a estas hombradas y mujeradas, mejor será hablar de cine. Después de agradecerles y felicitarles por todo, y antes que nada, claro.

Entre lo que visionamos (siempre me…
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